miércoles, 31 de diciembre de 2008

Carnaval




Sonaba una alegre melodía, los invitados bailaban al son de la música, ignorando la verdadera identidad del que se encontraba en frente suyo. Yo, como siempre, decidí no participar en la danza y observar atentamente desde un punto lo suficientemente alejado como para no caer en las garras de alguna “señorita”, pero dejando clara mi presencia en el evento.


Y la música siguió sonando, y las copas de champán de mi mesa siguieron aumentando.



…patético, aunque agradable, destino…


Tras un antifaz de purpurina plateada, grabados en blanco y negro y diversos adornos de tela que tapaban la mitad de su cara, pude distinguir sus ojos negros.



Nadie parecía darse cuenta de que le pertenecían a Ella pues, normalmente, por dónde pasaba, las la gente se giraba para contemplar su belleza, sin embargo esa noche no la miraban de manera especial, excepto yo claro está.


Aun así, la rodeaba un halo atrayente e irresistible (al menos desde mi punto de vista…quizás fueran las burbujas del champán).

“Algo” quiso que Ella me invitase a bailar, y yo, traicionando mis costumbres por culpa del champán…bueno y de sus ojos, acepté.



Juraría, por desgracia, que Ella no me reconoció…aunque dudo mucho que se hubiese acordado de mí aunque no hubiera llevado antifaz.


Desde ese día le tengo un leve apreció al carnaval veneciano.



Y ésta es otra noche en la que desearía que tus ojos no hubieran sido tan negros…quizás así me habría atrevido a decirte algo.


Como siempre, buenas noches.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Canta


“Cántame una nana que me haga flotar sobre las nubes, que me haga olvidar quien soy, quien fui y quien seré…

Cántame una canción que libere mis ideas y recuerdos de mi cabeza...y que a ser posible, no les deje volver.

Dame esa fría melodía que tanto anhela mi mente…la necesito.

Toca una vez más…sólo una…con eso me basta

Cántame una nana que me haga dormir para siempre”


-Así lo haré- Contestó ella…

…y comenzó a cantar.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Soldado de las nubes


Sencillamente queriendo soñar las veinticuatro horas del día sin que la realidad rompa tu burbuja.



Buscaste ayuda para soñar (y yo también lo hago de vez en cuando)



La música y alguna que otra cosa( a veces bebida, a veces qué se yo) te ayudan a dejar de pensar (sí yo también lo sé)



Siendo consciente del verdadero valor de los sueños (ninguno) pero incapaz de renunciar a ellos.



Nuestra diferencia: yo me parezco más a mamá en algunos aspectos.



A veces más billarista que tú y otras mas soldado de las nubes que billarista(siempre por turnos, no conviene mezclar), y es que por ahora yo sé mantener mejor las distancias de la “línea” que tú….eso se lo debo a que soy tan precavida como mamá.



Tu siempre fuiste un soldado de las nubes ( y un billarista a la vez), yo soy hija de un billarista y una agorafóbica.



Aun así…al igual que la historia del “soldado de las nubes” que cantabas ( que yo sé que al igual que el billarista eras tú)….yo…






“sólo quería seguir flotando”
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-ey, ¿sabes que tengo los mismos ojos que tu?
- es culpa del insomnio
- lo se ^^

Billarista


Él era atractivo, y lo sabía. Siempre tratado por su familia como la oveja negra, pues le gustaba demasiado beber, fumar y todas aquellas cosas “que-no-deben-hacerse”; sin embargo, supo (casi siempre) quedarse en el lado de la línea correcto.


Y no es que a sus hermanos (y hermana) no les gustase la vida de hedonista que llevaba (más bien todo lo contrario), simplemente es que con ellos sí que funcionaron las reprimendas maternas y las amenazas paternas.


Como iba diciendo. Él era atractivo, mujeriego, jugador y un vividor a veces demasiado cerca de cruzar esa línea que marca el límite entre libertad y libertinaje.


Él era demasiado inmortal como para que el tiempo le preocupase, demasiado solitario para necesitar a alguien a su lado además de sus amigos de juergas y sus “evasores”.
Amante de la noche, de la bebida y de las drogas, y a parte, un procasatinador nato.


El perfecto billarista.


Ella….una soñadora nata, tan inmortal como él, aunque se volvió mortal al alcanzar la madurez.
Considerada la hija perfecta, en este caso porque los padres no querían saber.


Ella también era atractiva (y también lo sabía). Además, era diferente, y es que por aquellos entonces y una mujer con cazadora de piel de hombre (tres tallas más grande por cierto) y vestida de negro no era lo más común.


A parte, agorafóbica.


(Probablemente) Él pensó que era un buen ligue, y dudo mucho que pensara que fuera a durarle tanto.


Ella pensó lo mismo.


La diferencia fue que tras pasar 3días juntos en la casa de ella. La joven supo que él era el “hombre-de-su-vida”. Y aunque aquello lo solía ocurrir con demasiada frecuencia, acertó.


Fue divertido cuando tras esos tres días los padres de él llamaron “poniendo el grito en el cielo” y preguntándole donde coño estaba y que porque no estaba en casa.


-¿pero vives con tus padres?-




Mi conclusión es que los inicios raros suelen ser los mejores.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Olvidé


Un día encontré en una (creo que era ésta) ciudad un escondite, mi escondite.
Recuerdo que había que subir unas escaleras de piedra (al lado de esa tienda de regalos que siempre estaba cerrada) que giraban hacía la derecha.


Luego, después de pasear largo rato bajo unos arcos y ver que la concentración de gente y de ruido disminuía poco a poco, en lo que parecía un callejón sin salida, había otras escaleras ocultas tras un contenedor de vidrio.


Finalmente tras subir una gran cantidad de escalones desiguales, desgastados por el tiempo y cubiertos de musgo, llegabas a lo que parecía un gran balcón desde dónde se veía el río y la “ciudad”(es que depende del día había ciudad o bosque).


Era uno de esos sitios que sabes que es poco probable que realmente estuviese ahí. Uno por la “discontinuidad” con el edificio de al lado (ese que cuando empecé a subir las escaleras tenía siete pisos y era rojo, y que ahora no llegaba a los tres y era rocoso). Dos porque dependiendo de la hora a la que bajases las escaleras aparecías en un lado o en otro(e incluso a veces a diferente hora ).


Lo sabía…pero daba lo mismo.


Tú me lo mostraste (sólo a mi) por primera vez y me lo “regalaste”.


Yo, día sí día también acababa ahí, si se daba el caso me sentaba en ese banco “intermitente”(que a veces estaba y otras veces no) y entre las piedras cubiertas de enredaderas observaba la ciudad(pero sin que ella me viese a mí).Otras veces tumbada sobre la piedra(cálida por cierto) miraba el cielo, las nubes, las estrellas o lo que en ese momento hubiera sobre mí, dejando pasar las horas.


De vez en cuando aparecías ( que por cierto…también eras diferente según el día y la hora, aunque siempre eras TU) y me decías alguna que otra frase incoherente pero agradable.


Aunque fuera en un sueño…encontré un escondite.


Pero anoche olvidé dónde estaban las primeras escaleras…olvidé quien me enseñó aquel lugar…y nadie sabe dónde está la tienda de regalos que nunca abre.
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Intenté recordar...y llegúe a la conclusión de que me habia hecho demasiado mayor.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Sonrisa



Sencillamente había llegado a su límite. Con una sonrisa en su boca y la cara levantada hacia el cielo dejo que la lluvia la mojara.



Aunque no debería de haber sido así, la lluvia estaba tibia, y es que las nubes no querían que aquella que las sonreía con tristeza desde abajo se viera atacada por el frío.



Los vientos dejaron de soplar para que en su pelo no se enredasen las hojas que había por el suelo.



Los rayos que debieran de haber caído se quedaron en su sitio para no molestarla con su luz.



Los ruidos decidieron ponerse en “modo silencio”. Solo se permitió seguir sonando a las gotas de lluvia que caían con delicadeza sobre ella.



Cerró los ojos y todavía sonriendo, ahora más satisfecha que triste, dejo caer una lagrima con todos sus recuerdos.



Cuando la lágrima finalmente se perdió en la nada junto a las gotas de lluvia la chica continuó su camino.



La lluvia volvió a ser fría, el viento volvió a soplar, los rayos iluminaron aquella tarde grisácea, y los ruidos (entre ellos las bocinas y sirenas de la ciudad) volvieron a envolver la escena.